EL CARÁCTER DE UN LÍDER
¿Un líder debe tener ciertos
conocimientos y/o competencias poder?
Sí, pero no son esos
conocimientos o competencias los que lo definen como líder, sino la actitud ante estos: ante la ciencia, el
arte, la tecnología, el oficio, el deporte, el negocio, el ocio, el poder, las
crisis, las decisiones, las consecuencias de las anteriores… Esas actitudes no
son casuales; forman parte de un carácter
que se va forjando en conjunto con la madurez, esto es, con la superación
de las diversas crisis a las que nos
vamos enfrentando durante nuestras vidas. (Sobre las crisis pueden ver la entrada 2.7). Preguntémonos, entonces,
por las cualidades que perfilan lo
esencial del carácter de un líder.
a)
El líder
posee una Inteligencia visionaria. Posee la llamada sindéresis, virtud intuitiva o de un conocimiento connatural (¿o
sobrenatural?) que nos pone en contacto con el verdadero bien, con un amor por
un correcto actuar al que no podemos desoír; se transforma en un imperativo
vocacional; pues se trata de un bien a procurar: A modo de ejemplo: Desde el
presente (aún no profesionales…) vislumbramos nuestra realización a futuro como
profesionales de…. Así, ese encuentro de
ser a ser con un auténtico bien, con la verdad real de un ser intuido a futuro,
proyectado, forjamos un plan o proyecto para su consecución futura, remota … Un
encuentro desde el amor sapiente (sabio), nos “ob-liga” a comprometernos
con él; a dedicarnos a él, a indagarlo para poder entenderlo, comunicarlo y
justificarlo ante sí y los demás. Lo
mismo, se trate de una vocación familiar, política nacional, política mundial,
ambiental, personal… en cualquiera de sus dimensiones: salud, trabajo,
afectividad, sexualidad, sociabilidad, economía, biografía, arte, cultura,
naturaleza, vivienda, ciencia, tecnología, etc.
Esta inteligencia visionaria -visión proyectiva, de futuro- unida a la
sindéresis, no se da en todos los seres humanos; en algunos queda sólo como una
potencia no desarrollada o muy poco desarrollada. Un líder, de su propia vida (todos debiéramos
serlo) debe desarrollarla, so pena de vivir una vida no auténtica, no autónoma,
alienada, dependiente… Con mayor razón debemos desarrollar esta inteligencia
visionaria, quienes asumimos cargos que influirán en el destino de otros – a veces,
muchos-en diversos ámbitos y dimensiones.
b)
El líder se
compromete y asume responsabilidades: Un líder tiene una visión y misión
vocacionarias, que le llevan a asumir una misión: proseguir un bien común.
Llamamos visión y misión vocacionarias, a aquellas que emanan de una vocación,
esto es, de un llamado a realizar el ser que se es. Por ello, el líder siente su misión de
liderazgo como un deber consigo y con quienes asume, desde sí, un compromiso.
Es interesante tener presente
el sentido y fuerza de esta palabra: Sólo un amor nos puede com-prometer, es
decir, asegurar una fidelidad y las responsabilidades que ello implica: Siempre
estaré allí para cumplir contigo, pues mi realización es tu realización; mi
bien es no sólo tu bien sino es saber que puedo hacer algo para que estés
bien. En este caso, las
responsabilidades que asumimos, nos ob-ligan a quien-es amamos; a quienes, por
lo mismo, deseamos servir. No
confundamos estas obligaciones vocacionales con aquellas arbitrarias que nos
aparecen como tales, porque no dicen relación con nuestro ser; porque nos
aparecen sin sentido: arbitrariamente impuestas.
El carácter del líder, entonces, se forma desde el
amor por el ser humano y se responsabiliza con ellos aportando su inteligencia
visionaria, en orden a procurar un bien común: salud, educación, trato digno,
trabajo, justicia… etc. Es importante
que se trate de un liderazgo real -por amor a la obra, al servicio- y no de
pseudo liderazgo: sólo poder; en cualquiera de sus formas. Quiero citar aquí a Zygmunt Bauman (2010):
“Amar al
prójimo como a uno mismo hace que la supervivencia humana sea distinta a la
supervivencia de todas las otras criaturas vivas. Sin esa extensión/trascendencia del amor a sí
mismo, la prolongación de la vida física, orgánica, no llega a ser por sí
misma, una supervivencia humana; no es la clase de supervivencia que distingue
a los humanos de las bestias…” (p.107)
Sí, el líder ama a toda su
comunidad, como a sí mismo: es un ser humano y humanitario, con un alto sentido
de la sociabilidad… Pero, ¿qué implica amarse a sí mismo? Baumann, en el mismo
libro citado “Amor líquido”, agrega: “lo que amamos en nuestro amor a uno mismo
es la personalidad adecuada para ser amada.
Lo que amamos es el estado, o la esperanza de ser amados.” (Cit. p. 108)
Es más, necesitamos ser amados, reconocidos en el amor para amarnos a nosotros
mismos: La negación del amor, del sentirse amados, de ser considerados dignos
de ser amados, dirá Bauman “nutre el auto aborrecimiento”. Necesitamos ser reconocidos, respetados,
sentir que somos importantes, porque podemos dejar un sello que nos distingue y
nos hace sentir únicos, irreemplazables.
Servir a los demás desde sí mismos, se aúna con el amar-se
c)
El líder
posee fortaleza de espíritu: Bien decía Max Scheler que el ser humano debe
ser Genio, Santo y Héroe: Genios, para
saber qué hacer, haciendo uso de todo su ingenio para crear los medios
-herramientas y estrategias- que le permitirán abrir nuevos caminos o redirigir
los mismos. Santos, para persistir en la
consecución del bien común a pesar de las tentaciones que nos ofrecerán poderes
particulares inmediatos. Héroes, para no
desfallecer; sino, por el contrario, fortalecer nuestro temple e ideal de bien
común, en el medio de los embates de las bestias (des-almados) afanosas de
poder. El líder debe ser valiente, para
soportar sacrificios, y -lo más doloroso- incomprensión, traiciones y envidias;
la fuerza estará en su propia generosidad y amor: amor y respeto por sus servidos
y por su obra o bien común al cual dedica su existencia como misión y auténtica
realización. Coraje, valentía,
perseverancia, a pesar del cansancio, del dolor, de momentos de incomprensión o
desolación, nutrirán y fortalecerán la ruta del verdadero líder. Valentía o fortaleza de espíritu que no
significa no tener miedo; sino, siendo conscientes de lo riesgos, superar estos
por un bien mayor:
d)
El líder es optimista
pero no iluso; posee la virtud de la confianza y esperanza: es alegre, no es pesimista, tiene confianza en
un futuro mejor. Posee la virtud de la esperanza, versus la falta de ésta que
es la desesperación. Sin esperanza, sin
confianza en un futuro mejor, es imposible contagiar las ganas por enfrentar y
salvar los embates propios de la aventura de vivir. Por ello el líder. Como un Sócrates o un
Quijote, ofrece su vida por un ideal al cual servir.
e)
Generoso
y servidor: El líder no sólo mira el bien de sí mismo y para sí mismo, sino
para los demás con quienes conforma un vínculo social de amistad, filial,
comunitario, humanitario. Así, se
acostumbra a distinguir entre bien familiar y bien político. En ambos casos, ya no vamos tras un bien sólo
personal sino tras un bien común. Aquí es importante explicitar que no
debemos confundir bien ajeno con bien
común: El bien ajeno es un bien
para otros; bien que para nosotros no es malo, pero sí nos es indiferente en cuanto
no nos implica directamente un bien: Para mí, por ejemplo, me es ajeno como
bien personal y bien común familiar, el tener un violín o un bisturí; pues ni
yo ni mi familia sabemos tocar el violín ni tampoco sabemos practicar una
cirugía; como tampoco están dentro de nuestras expectativas. Sería igualmente absurdo colocar el tener un
violín o un bisturí, como un bien deseable para todos y cada uno de los seres
humanos. El bien común, en cambio, por
definición, es un bien que afecta real y positivamente a todos y a cada uno de quienes conforman una comunidad específica. El violín, por ejemplo, se constituirá en un
bien común para quienes conforman una comunidad de violinistas o aprendices
vocacionales del mismo.
Pues bien, un líder debe ir más allá de su propio bien
personal, para servir a bienes comunes con los cuales está comprometido. Para esto, debe armonizar los bienes
personales con los comunes; los que se aúnan en lo que trasciende a cada
persona: la obra, la finalidad de la misma.
En un coro, por ejemplo, el líder (el director musical) logra que cada
integrante se realice en vistas de la pieza musical a interpretar; así, cada
integrante, acomoda su voz de tal modo la obra sea perfecta y no sea el fin su
destaque personal; desintegrando con ello la obra musical. En la realización de la obra: se realizan
todo y cada uno de los integrantes del coro.
En este sentido, el líder debe ser generoso e instar a los liderados a esa
misma generosidad y servicio que no son sino expresión de realización vocacional:
generosidad y servicio.
f)
Prudente,
el líder debe poseer una prudencia que va más allá de su propio bien particular:
La prudencia del líder se sustenta en la capacidad para distinguir el aparente
bien del auténtico bien inmediato y sus consecuencias; ya no sólo con respecto
a su vida personal sino en cuanto bien común de una comunidad con la cual se
compromete. Esa comunidad puede ser
“filial”, llamada también “doméstica” (creada por lazos afectivos) o
“económica” (ecos significa casa; nomos, norma), esto es, familiar o del hogar.
Así, deberemos distinguir el líder de sí mismo y su prudencia personal; el líder familiar y su prudencia filial y el líder de una comunidad social creada en
vistas a bienes comunes de mayores magnitudes: líderes a niveles regionales,
nacionales, transnacionales y su llamada prudencia
“política”.
En todos estos casos, el carácter prudente del líder
emana de una agilidad intelectivo-moral que, ágilmente, le permite conocer lo
contingente en cuanto contingente, las circunstancias, condicionantes e influencias
actuantes, las potencialidades que surgen del escenario contextualizado y las
consecuencias positivas y negativas que traen consigo las decisiones que se
tomen con respecto al bien común de una determinada relación social,
comunitaria; consecuencias que -tomadas en situaciones contingentes (del
momento o situación)- pueden, en cambio, no ser contingentes. A sociedades de mayor alcance, la capacidad
de liderazgo requerida, también será mayor; pues la disposición, actitudes y
decisiones del líder también tendrán mayores repercusiones; más aún, si dicen
relación directa con los principios que serán orientadores de la existencia
comunitaria que dirige. En este nivel; se
habla de prudencia arquitectónica y liderazgo
gubernativos. Arquitectónica, no en el sentido de arquitectura que es
el arte de aplicar los principios (arqué o arjé) que permiten proyectar
texturas o edificios; sino del arte de erigir
los principios que permiten construir y proyectar la vida ciudadana misma, en diversos
ámbitos y en vistas del bien común.
En este caso, la prudencia del líder y de los liderados es interactuante
por correspondencia en el verdadero bien común; pues sin tal correspondencia,
no habría ni auténticos líderes, ni liderados; sino caos, falta de principios,
violencia, mandato del más fuerte.
g)
El líder posee una inteligencia inspiradora – operativa, esto es, inspira para ser
infalible (no errar) y efectivo (lograr lo propuesto). Mientras la sindéresis le dice cuál es la
finalidad remota o final de sus decisiones, propuestas, actos (por ejemplo,
salir de la pobreza); la prudencia
operativa le permite descubrir los medios y proyectar planes o programas
efectivos para lograr la finalidad en forma eficiente y efectiva y de acuerdo
con el bien común. Una persona que lleva
siempre a la comunidad en la cual opera al fracaso, no puede ser considerado un
líder, aunque tenga buenos propósitos y conocimientos sólo teóricos.
El líder, en este sentido, debe tener la inteligencia
operativa que le permitirá ser constructivo; ya porque: a) Perfecciona,
potencializa, refuerza o nutre un sistema b) Transforma el sistema porque
descubre que hay vacíos, contradicciones o incoherencias internas que dificultan
la consecución del bien común deseado o debilitan sin sentido las energías de los liderados y sus efectos c) Destruye
para construir porque las bases son erróneas y llevan a los liderados hacia un
mal común, hacia el deterioro o la destrucción misma de la comunidad. En este sentido; según el estado de la
comunidad a liderar, se requerirá de líderes de distinto nivel y tipo de
capacidades…
El líder debe ser oportuno y flexible, poseer la virtud llamada agibile (inteligencia hábil); pues se enfrentará a imprevistos que requieren una rápida, ágil y efectiva respuesta: ante un accidente, catástrofe, o cualquiera de los llamados inesperados de vida. Con agilidad, debe tener una visión de lo inmediato y mediato; de acuerdo con las decisiones a tomar y posibles cambios bruscos de las circunstancias. Por lo mismo, debe saber a quiénes acudir para solicitar sabio consejos y planificar las acciones a seguir; es parte de la virtud de la prudencia operativa.
h) Creativo, no conformista, no rutinario, no
esnobista: De acuerdo con lo anterior, el líder debe ser creativo, ingenioso,
inventivo; pues debe desviar cursos para redirigirlos, abrir caminos no
existentes, fortalecer debilidades, inspirar o animar donde hay depresión y ya
no hay esperanzas… No se trata de una persona que sólo sea “animador” sin
sustento (ya lo dijimos en el punto anterior) sino una persona que tiene
proyectos de bien común (para todos y cada uno), verdaderos (afianzados en la
realidad) y correctos (factibles). No se
trata tampoco de alguien que ofrezca cambios o novedades sin sentido para un
auténtico bien común (esnobismo): ¡Vamos a hacer algo nunca hecho; tendremos
una bandera triangular y ganaremos! ¡Seremos los únicos en el mundo con una
bandera triangular!
Un líder creativo es un líder cuyas propuestas
implican auténtico progreso para la comunidad con la cual se compromete a
servir, por supuesto, en vistas del bien común que convoca a esa comunidad.
i) El
líder es autoridad y no autoritario,
justo y no vengativo, respetuoso, tolerante y no invasivo; sabe discernir, pero
no discrimina: El líder no tiene como finalidad ejercer poder sobre otras
personas; porque es defensor de la dignidad de toda persona y, precisamente, ello
es lo que de diversas firmas se ha propuesto restablecer: La dignidad de ser personas,
el señorío, esto es, la autonomía y respeto personales; el no ser dueños de nadie
ni tampoco esclavos de otros. Sabe que,
en la comunidad a liderar, cada persona es una y tiene derecho a una vida
privada y también respetuosa: es siempre un líder de la vida en armonía, vivida
desde la paz. El líder es una persona que
ve la sana y justa diversidad como complementariedad y riqueza de estilos de ser,
de existir, de pensar y creer; todos ellos posibles de armonizar; siempre que distinga
sobre cuáles puede liderar como bien común y cuáles debe dejar fuera de su liderazgo
pues sus límites son externos a su liderazgo: No podemos liderar en materias de
credos, de afectos o sabores, a quienes nos han elegido para liderar en materias
deportivas o de municipio; pues atentaríamos contra otras comunidades y formas de
liderazgo: seríamos invasivos. El líder, no debemos olvidar, es autoridad no
autoritaria: Es autoridad porque es Autor de una obra, ya que la conoce y gobierna
en orden a esa obra: Los principios de su gobierno están inscritos en los principios
de armonía o de perfección de la obra: La obra es la fuente de solidaridad y colaboración
que aúna a las personas que aman la obra; el líder tiene todas las características
descritas (y otras) que le permiten servir a ellas y a quienes comparten ese bien
común.
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