CORDIALIDAD, PAZ Y VIOLENCIA
Desde la esencia misma de nuestro ser personal, surge el don del amor. Sin embargo, nuestro estado incorporado–al menos, aquí y ahora- da lugar a lo que Leonardo Polo llama una condición ferina, esto es, una agresividad natural que, en nuestra naturaleza humana, no es sinónimo de violencia sino de aventura, energía, coraje, acometida pero que, no bien orientada, puede dar lugar a la violencia. Es una “agresividad positiva” dicen los psicólogos; por mi parte, prefiero referirme a ella sólo como fortaleza o coraje para no llevar a confusiones.
Este coraje o fuerza, provoca en el hombre la necesidad de fuertes emociones que, si no logra satisfacer de forma natural y positiva, sana, busca obtener a través de otros medios. Diversos filmes y la realidad dan prueba de ello: “Requiem por un sueño”, “La naranja mecánica”, “Tesis”, “Rápido furioso”, “Elephant”, “A los trece”, asesinatos, asaltos, maltrato infantil, drogadicción, maltrato animal, quema de bosques, destrucción a la ciudad, autoflagelación, etc.
Pero el ser humano no es fiera sino persona y su capacidad de amar - fuerza y ternura- es lo que le llevará a su auténtica realización y felicidad. Precisamente es el amor Lo ferino debe ser puesto al servicio del amor pues éste requiere de coraje para consumar ese amor
Debemos educar la capacidad de amar, que aparece potenciada en lo que llamaremos “cordialidad”. Esta cordialidad nos permite usar todo ese coraje para realizar proyectos, ascender una montaña, salvar vidas, construir y reconstruir casas, hogares y personas. Es una cordialidad que hace que ese coraje te permita levantarte y colaborar levantando a otros; es el coraje que no te derrota y que también se complementa con la paciencia, la perseverancia, la comprensión. Es el coraje necesario para las grandes obras. El peligro es el coraje en ese niño o joven a quien no se le ha mostrado un horizonte de posibilidades hacia dónde dirigirlo.
Ahora bien, cuando hablamos de cordialidad, generalmente nos imaginamos una persona amable, cortés, preocupada por atender a quienes le rodean. Y ello es cierto, pero con la palabra cordialidad hacemos referencia a algo mucho más profundo. “Cordialidad”, palabra que deriva del latín “cordis”, corazón; alude a quien pone el corazón en lo que hace; más bien dicho actúa desde el corazón, desde el alma. La persona cordial mira el mundo con amor: a todos y todo; por lo mismo, crea vínculos, se compromete, se dedica, se encariña, se apega, se hace responsable. Contrario a la persona cordial, es el indiferente, el desalmado; aquel que pasa de largo, que no se hace problema por nadie, no se encariña ni compromete. El indiferente no crea vínculos, por lo tanto, no sufre ni se alegra con el acontecer de los demás; no echa de menos, no valora, no se compromete, no asume. El indiferente mira pero no ve, pues es insensible. El indiferente ansioso de poder se convierte fácilmente en el "desalmado"...
La persona sensible, solidaria, responsable, es cordial; por oposición al insensible que es indiferente. ¿Indiferentes o cordiales? ¿Qué tipo de persona somos? ¿Qué caracteriza al hombre actual: su cordialidad - sensibilidad, o su indiferencia - insensibilidad? ¿De qué forma repercute este actuar, en la vida propia y en la de los demás?
La persona sensible, cordial, sabe de alegrías y tristezas, de echar de menos, de nostalgias, de aproblemarse, de pertenencias: Se siente vinculado a quienes le rodean, los objetos le pasan a ser familiares, los paisajes los siente suyos porque se siente perteneciendo a ellos. El ser sensible es un ser vinculado, esto es, re-ligado, re-ligioso. Religado, religioso, del latín re-ligiere, que significa estar doblemente ligado, recíprocamente ligado: Cuando detienes tu caminar para mirar a tus amigos, tus animales, tu barrio, tu escuela, tu país, tu… los acoges en tu alma y das gracias por la existencia de ellos, porque sientes que dan sentido a tu propia existencia…. Entonces, sientes que nada es casual, que la persona cayó allí – precisamente, frente a ti, para que la ayudaras a levantarse y, de esa forma, la ayuda que tú diste se volvió recíproca porque tu alma se enriqueció con la vivencia y fuerzas del amor. Así es, el amor nos re-liga: al dar, nos enriquecemos. La persona sensible es re-ligiosa; por oposición al insensible que se des-liga de todo; incluso, de su verdadero ser.
Si educamos la cordialidad, estamos conformando una cultura de amor, de vida, de solidaridad, de paz.
Cordialidad y conciencia caracterizan los sentimientos que nos llevan a trascender, a acoger al otro y a ir hacia el otro como hacia un tú personal que posee la misma dignidad personal: un semejante “amable” (que debiera amarse). Pero también la persona cordial expresa su cuidado por las cosas que implican un bien para sí o para los demás, por ello, cuida los animales, plantas… Es una persona que se alegra ante la buena acción, el bienestar de todo y todos y se entristece ante la destrucción o el sufrimiento de los demás. El apego, el crear vínculos, los sentimientos de añoranza o nostalgia ante la lejanía de lo apreciado, amado o tenido cariño, son propios de la persona cordial. No así de su contrario, el indiferente.
La persona cordial es acogedora: acoge al mundo y, por lo mismo, surgen en ellas alegrías las emociones de asombro, admiración, respeto, goce ante la belleza ( goce estético), goce de lo germinal, del desarrollo, del perfeccionamiento. Por lo mismo, la persona cordial es agradecida, valora su existencia y la de los demás y siente un deber de existir bien, por amor a sí y a los demás. Como toda persona, cuando el cordial es débil y actúa incorrectamente, se arrepiente y trata de remediar el error, siente vergüenza, pide perdón. En el insensible, al no actuar desde la cordialidad, no siente arrepentimiento, no intenta reparar ni de pedir perdón. Es más, el no cordial, con facilidad destruye, se burla de aquellos a quienes daña y lo hace con escándalo, esto es, como espectáculo, lo publicita- no siente vergüenza, es un sinvergüenza y desalmado; pues la falta de cordialidad, implicará en él, consecuentemente, falta de conciencia, de responsabilidad, de deber. Por ello, con mucha facilidad el no cordial es negligente, no cumple con los compromisos, es desconsiderado, a menos que esté pensando egoístamente, en su propio provecho y, en ese caso, puede aparentar una cordialidad que no tiene, una pseudocordialidad (aparente cordialidad).
La conciencia hace sentir mal a la persona cordial no sólo por las consecuencias de su acción sino porque se siente no habiendo respondido como debiera; de la cordialidad surge un sentido de deber y responsabilidad. Fácil es deducir que la persona cordial busca la vida en armonía, en paz. Busca la comunicación, el encuentro. El hombre centrado en sí mismo, por el contrario, reducirá el resto del mundo a instrumento para su servicio, para su satisfacción. Sin conciencia moral ni afectiva, sólo buscará su placeres que no involucren su alma, sus afectos: rechazará todo tipo de dolor, incomodidad, desagrado, espera; Buscará diversión a toda costa; pues de lo contrario –el no estar sintiendo satisfacciones sensoriales o sensuales o sexuales, le llevarán a aburrimiento que representa el punto cero de placer.
De acuerdo con lo anterior, la ausencia de cordialidad, más el aburrimiento llevarán a la búsqueda de una mayor diversión que, obviamente, la procurará de los otros. Es una persona que caerá fácilmente en el fastidio, el irritarse: Se siente fastidio porque no se ha conseguido algo y de ello se exigirá cuentas a los demás, a quienes se culpará y contra quienes se irá incrementando una violencia de fácil crecimiento. Las emociones que surgen con facilidad en el no cordial son las vinculadas a la ira.
Mientras las emociones de susto, pánico, son propias de quien teme por ser destruido él o los o lo más, son emociones propias de la necesidad de defender-se, cuidar-se, la ira es agresiva y tiende al ataque contra quien o lo que la produce: la ira es destructiva. La ira carece de reflexión, por ello se habla de “cegado por la ira”. En el estado de ira, el ser se deshumaniza y deshumaniza.
Incidencia Del Maltrato Animal Por Parte De Niños
Es importante sensibilizarnos hacia lo enaltecedor, de tal modo surjan sentimientos vinculados al amor por la belleza, la paz, el orden, la generosidad, la creación, la misericordia, la solidaridad, la colaboración, la perseverancia, la lealtad, la fidelidad, la fortaleza o valentía, la gratitud, el respeto, la justicia del deber y del derecho merecido, la prudencia. El mundo, lo demás y nosotros mismos, no sólo somos captados por una inteligencia racional sino por nuestra intimidad afectiva y moral, social, religiosa… ¿Qué sentimientos provoca la noticia de los constantes abusos sexuales y qué sentimientos el acto heroico de quien arriesga su vida por salvar a otros o el amor de una pareja que se ama durante toda su vida hasta envejecer y morir? ¿Qué sentimientos provoca ese video donde una animal acude al lado de otro para intentar reanimarlo en un caso de atropello? Son Es tan importante sensibilizar a los niños desde temprana edad, respecto el cuidado de la naturaleza, de los animales, que paso transcribirles lo que hoy es asegurado por la psiquiatría:
“Aquellos que abusan de los animales, según indican los expertos, son hasta cinco veces más propensos a cometer crímenes violentos contra las personas. Un adolescente británico que mete al hámster de su hermano en el microondas, un grupo de chicos que crucifica a un gato en la Comunidad Valenciana y otro que asesina brutalmente a un burro en Extremadura, tres mexicanos que torturan a un perro y cuelgan los vídeos en la Red... Animales desollados, quemados, empalados, mutilados, apaleados…
Es frecuente leer o escuchar frases como 'son cosas de niños' cuando se tratan estos sucesos (…) En países como EEUU, el interés por este tipo de actos es creciente. No sólo por la mayor sensibilización hacia los animales sino por las evidencias cada vez más numerosas de la relación entre los actos de crueldad con los animales y otros crímenes que van desde el consumo de drogas hasta los asesinatos en serie.
En la década de los 80, Alan Felthous, experto en Psiquiatría Forense, llevó a cabo varias investigaciones que mostraban de forma consistente cómo detrás de las agresiones a personas había, en muchas ocasiones, una historia de abuso a animales. Sus trabajos, realizados con hombres especialmente violentos internados en las cárceles de EEUU, así lo confirmaron.
Después de eso, otros han analizado la cuestión. En 2002, la revista 'Journal of the American Academy of Psychiatry and the Law'hacía público un estudio en el cual se asociaban los actos repetidos de crueldad con los animales en la infancia con el desarrollo de un trastorno de personalidad antisocial, la presencia de rasgos antisociales y el abuso de sustancias.
"Aproximadamente, la mitad de los individuos asociales incurre en conductas sádicas y si lo hacen antes de los 10 años el pronóstico es peor", señala Montañés. Que el menor pase de un acto aislado de violencia contra un animal a cometer otros crímenes "es una escalada", añade este experto. "Si repites el acto y va aumentado el tamaño del animal; si se disfruta… Las posibilidades son mayores".
La sensibilización en España ante esta problemática es baja. "Estamos a la cola", afirma Núria Querol i Viñas, médico de familia del Hospital Universitario Mútua de Terrassa, criminóloga y experta en estos temas. "El maltrato a los animales es espeluznante y pocas veces se hace nada", añade.
Sin embargo, subraya Querol, que además es miembro de la Asociación Americana de Criminología, "cuando se detectan casos de menores que maltratan a animales, hay que tener cuidado porque puede haber un trastorno de conducta. No se puede pasar por alto, es una oportunidad para intervenir".
En este punto coincide con ella el doctor Montañés, que incide en la necesidad de "acudir al psiquiatra en casos de crueldad con los animales porque al principio estas personas pueden tener fácil remedio. La falta de control de los impulsos, la empatía, el manejo de la ira... son cosas que se pueden tratar si se cogen a tiempo", añade Querol.
Uno de los objetivos de esta experta es instaurar en España, como ya existen en otros países, programas de intervención para trabajar con estas personas ya que "es muy importante cambiar los valores y no se hace de forma sistemática", concluye” (Diario El mundo /08/2010. Cf. http://www.elmundo.es/)
PAZ Y SOLIDARIDAD
Cuando las palabras se ponen de moda, tanto se usan que termina abusándose de ellas: se vacían de significado; con lo cual pronunciarlas no nos dice nada. Es lo que ha pasado con la palabra solidaridad. Debemos, entonces, revivirla. Solidaridad tiene su origen en el latín solidus y surgió para designar una moneda de oro sólida que se perpetuara. De ahí derivaron las palabras soldar, soldado, solidez, consolidar, solidario, solidaridad.
Así,
llamamos solidaridad a la virtud de crear vínculos firmes, sólidos, potentes,
mediante la unidad (“soldadura”) moral, de personas que conformarán –entonces-
conformarán un equipo, estructura o compañía, en orden a realizar una acción
cuya finalidad o propósito es un bien común, esto es, un bien que es para todos
y para cada uno de ellos. Es ese bien
real, el que une y otorga solidez a la unión; por lo cual es requisito
indispensable que todos los que
participan de ese vínculo, tengan realmente el mismo propósito y finalidad y, por lo mismo, los mismos valores
respecto la obra perseguida. De esta
autenticidad de los partícipes, con respecto al fin que los une, dependerá la
solidaridad. Un equipo de football, una
orquesta, un coro, una compañía de bomberos, un curso… todos se disponen en vistas de la obra que
los une. Se es fiel a jugar bien el
partido, a colaborar con el compañero de equipo aunque ello implique que él
haga el gol. En el coro no debe destacar
mi voz; no es un solo: debo dominar mi potencia en orden a la interpretación de
la obra. En la compañía de bomberos cada
cual sabe lo que debe hacer y, en todo momento, colaborar con sus compañeros en
vistas a lograr el cometido.
En un curso, lo que une a todos los que lo
conforman es el ansia de aprender y todos deben colaborar en ello. El profesor es quien dirige la obra –no de un
alumno, sino del curso. La misión del profesor es descubrir “los estilos de
voces” y “los estilos de silencio”
¿Quiénes son los más aventajados en esto y quiénes en lo otro? ¿Cómo puede
cooperar este alumno con los demás, en este aspecto, y quiénes en este otro?
Todos tienen dones; el deber del educador es descubrirlos. A veces el don está pero una inseguridad, un
temor impide al poseedor su desarrollo; otras veces es cuestión de estilo. Recuerdo un profesor que siempre decía: yo
soy más lento; debo pensar durante más tiempo todo para entenderlo. Lo importante, es hacer que todos se sientan
importantes. Hace años, nos llamaron de
una escuela para consultarnos: la violencia en un segundo básico, en contra una
niña, era incontrolable. El problema
explicó la Directora, es que esta alumna era la primera en todo. Y ahí estaba el error: O no hay primeros, ni
segundos ni últimos; o todos son primeros.
Esa manía de estar comparando a las personas, con los demás; como si fuéramos comparables. Lo importante es competir consigo mismo: ayer
me equivoqué diez veces; hoy siete; espero que mañana cinco o menos: Estoy
bien; estoy aprendiendo. (En páginas adjuntas
les colocaré lo injusto de la forma actual de calificar).
El
otro problema es que se habla mucho de
educación personalizada y de respeto a la diversidad pero también son palabras
“abusadas”, vaciadas de significado. En
el caso de la niñita que era primera –según la profesora “en todo”; solicité
que aplicara un programa de educación en diversidad y para la justa
convivencia. El principio era muy
simple: cada cuál debía explicar qué es lo que más le costaba hacer; en qué era
más discapacitado y, luego, por el contrario, qué le gustaba hacer, para qué
era bueno… (Por supuesto que había una serie de
actividades previas para lograr la confianza; una película, y otras como
preguntar cuáles eran sus equipos favoritos y cuáles los más contrarios o, sin
no se trataba de equipos, lo mismo pero respecto cantantes o personajes. Luego, los colocolinos, por ejemplo, tenían
como tarea que hacer una carpeta, lo más bonita posible, con un mínimo de 10 imágenes de la U de
Chile, noticias destacadas sobre los mejores jugadores de la misma y una bella
portada que, en un acto de respeto, regalarían a los de la Chile y a la
inversa. El asunto es que después de la
aplicación del Programa, en dos semanas, resultó que la profesora muy
emocionada comentó que nunca creyó que resultaría un cambio tan grande y en
forma tan fácil: cómo los niños felices descubrían quién trataría de ser el
mejor cantante, quién bailarín, deportista, científico, modista, peluquero,
médico, pintor, profesor… El profesor, eso sí, previamente, debía hacer tomar
conciencia de como el tener un don implica una responsabilidad y deber muy
grandes; pues si eres bueno para cantar y quieres ser cantante, el canto pasa a
ser tu trabajo y eres responsable de saber hacerlo y hacerlo bien; mientras
quienes somos discapacitados para cantar; sólo tenemos que aprender a
distinguir entre una buena y mala canción, buena y mala voz y, luego, sentarnos
a gozar de quien como profesión debe cantar bien. Todos se sintieron importantes y la niñita
que dijo quería ser profesora fue aplaudida, pues ellos ya sabían que ella más
adelante, podría ser profesora de sus futuros hijos; por ahora su deber era
colaborar –ser solidaria- con quienes tenían más dificultad en matemática e
inglés. Otros, pasaron a ser ayudantes
en música, educación física o historia…
El
problema actual es la falta de amistad (con la conectividad hay muchos
interconectados pero no amigos). Cuántos vivimos uno al lado del otro, sabemos
que el otro está porque “lo vimos”, esto es, vimos su cuerpo (en gran parte
vestido; por ello tanta preocupación por el cuerpo y el vestuario), tal vez nos
dirigimos algunas palabras y prestamos servicios pero no somos ni amigos ni
compañeros; no conformamos ningún “nosotros”, nada solidario. La primera forma de violencia es la
indiferencia ante el otro, el omitirlo que, según los casos, puede ir desde el
desprecio, hasta la negligencia y
abandono.
La
indiferencia siempre es destructiva; lleva a la desesperación (no hablemos del
caso de la indiferencia de los padres que abandonan a los niños siendo muy
pequeños, con el consiguiente riesgo de sobrevivencia). La indiferencia lleva a la víctima de ella, a
la desesperación, a un sentimiento de poca valía, de baja autoestima,
desamparo. Pero el propio indiferente
cae en su trampa: se niega a imaginar que otros le puedan amar y que él pueda
amar; no quiere saberlo, es un ya derrotado.
Una
cultura de la solidaridad implica
conformar comunidades de intereses. Pero, para que esa solidaridad sea tal y no
simple discurso o adjetivo de algunas compañías de seguros, es necesario que
quienes conforman esa comunidad la asuman libre y creativamente, esto es,
auténticamente se comprometan y pongan sus talentos al servicio de la comunidad
y acepten a su vez recibir los dones de los demás. Actualmente, sólo en situaciones
excepcionales aflora lo que es llamado por los medios de comunicación
solidaridad nacional; así, ante catástrofes y en la Teletón; pero en verdad se
trata de momentos emocionales, empáticos, a los que les falta las raíces
morales que los consolidarían. Falta el
sentido de actuar por un deber –y ello a nivel internacional- pues ante la moda
de defender todos los derechos; todos olvidan lo más importante, esto es, lo que los hace meritorios: el deber
cumplido. Por ello, nadie quiere asumir
deberes; sólo exigir derechos. Albert Camus, en La Peste, nos lleva a esa
solidaridad espontánea que brota en el combate para luego comprobar que sólo en
algunos era auténtica y en otros, en la mayoría, era la emoción del
momento. Terminado el combate vuelven las
tensiones. Es lo que podemos ver, actualmente,
en los programas “reality” de moda. Es
una unión sólo para oponerse –más de cómplices- pero no de perspectivas
positivas, proyección de vida o real prosperidad.
La
solidaridad sólo es posible en quienes sienten que vale la pena la colaboración,
el trabajar en equipo y por una obra que se considera valiosa: ¿Es valiosa la
Carrera que estamos estudiando? ¿Vale la pena formar una comunidad de estudio y
cumplir con ella? ¿Seré honesto para decir
ante los demás cuáles son mis debilidades, ante las cuales necesito
apoyo para superarlas y cuáles mis fortalezas, con cuales me comprometo a
colaborar y/o enseñar?
Una
comunidad para ser solidaria requiere de un coordinador o director para
organizarlos en vistas de cada obra.
Pero el director no se siente como un peso cuando la comunidad, incluido
el director, son auténticos; pues lo que guía es la ejecución de la obra. Cuando el director empieza a usar a la
compañía o comunidad con intereses ajenos a la finalidad que los convoca,
intereses propios o de unos pocos, la comunidad es destruida; igualmente, si
algunos de sus componentes tiene un falso interés u otro ajeno al que define a
la compañía.
·
Es importante enseñar que todos necesitamos de todos, por
ello tenemos capacidades y afortunadamente discapacidades. Afortunadamente, no todos somos buenos para
las ciencias o para las artes, deportes, artesanías, comercio, política,
tecnologías, comunicación social, etc.
Por eso nos complementamos; por eso necesitamos de una convivencia
solidaria. Cuando la persona es
solidaria, es fácil que surja en ella también vínculos de amistad; pues ya no
tiene miedo a compartir, a confiar, a dar y a recibir.
·
Es importante conformar esa cultura de la solidaridad en
pequeñas comunidades: escolares, deportivas, laborales, religiosas, etc. Pequeñas para que sea auténticamente una
persona que se instala frente a otras para interactuar con cada uno de los
integrantes y con el todo. Sólo así,
estamos ante una solidaridad que termina
con el aislamiento, en cuanto le brinda las posibilidades de dar de sí,
recibir y ser reconocido como necesario,
importante, insustituible. Ello no
quita que sigan existiendo las solidaridades internacionales y nacionales, con
todos sus pros y contras; pero siempre indispensables.
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