viernes, 27 de septiembre de 2013

2.4 Una cultura de la paz


            La palabra paz tiene su origen en el latín pax que significa, pacificar, apaciguar. La virtud de la paz es la virtud de la armonía, del actuar consecuente, esto es, de la integridad entre lo que siento, creo, digo, hago.  Existe una paz interior y una paz exterior que no es tal sin la primera.


            La paz no es la ausencia de conflictos sino una actitud de serenidad que por sola presencia insta a no perder el dominio, a mantener una calma que no es pasiva sino activa: es la calma que se mantiene durante y después de un terremoto o cualquier catástrofe.  Es una paz serena pero alerta, que justamente mantiene la calma porque se está consciente del deber de tomar decisiones sabias, prudentes, que consideren las circunstancias y sus consecuencias; decisiones que no lleven a empeorar o agravar la situación.  Es la paz del hombre justo, prudente, que domina el miedo y la ira; porque sabe que estos aconsejan mal. 


            Para conservar la paz, tanto interior como exterior, debemos aprender a valorar, jerarquizar: ¿Cuál es el bien mayor? ¿Cuál es el mal menor y cuál el mayor? ¿Es el momento para pedir? ¿Consideramos las circunstancias?  Anécdotas hay muchas: Recuerdo el caso de un alumno…. Yo acompañaba a una profesora amiga quien vivía al lado de una casa que se estaba incendiando.   De pronto, un bombero se acerca corriendo a ella y le dice “No pude ir a clases, sé que entregó notas ¿se acuerda qué nota me saqué?”  El problema es la falta de consideración.  No puedes solicitar que te compren a lo mejor un justo y necesario computador, cuando tu madre o padre está grave y hay asuntos médicos que enfrentar.


            Educar la paz implica, entonces, enseñar a valorar  las circunstancias y las consecuencias de las decisiones.
           

            También implica enseñar la justa tolerancia, pues no todo debe ser tolerado.  Se toleran ideas o creencias pero no actitudes o acciones invasivas que son destructivas: no debes tolerar que te maltraten o maltraten a los tuyos que no pueden por sí mismos defenderse.  No se debe permitir la existencia de grupos o personas que promuevan el suicidio, el maltrato animal, la prostitución y todo tipo de comercialización infantil o maltrato de personas discapacitadas o seniles.  Se debe tener claridad sobre lo que es un acto punitivo, que debe ser penalizado o se caería en complicidad con todo acto de injusticia.


            Se debe ser tolerante con ideas y creencias distintas; enseñar la discusión respetuosa; sin burla ni escarnio; sin atacar física ni psicológicamente a quien piensa o cree distinto a ti. La paz  se logra en quien logra vislumbrar un ideal de amor porque descubre la belleza de la creación, de los grandes hombres y sus obras.  Es sabido que la gran música, con su belleza, aúna a todo hombre más allá de los idiomas, credos  e ideas.  Es lo que expresa, magistralmente, la película “El pianista”.  La paz, bien entendida, no es sólo la ausencia de conflictos sino convivencia respetuosa o tolerante en diversidad.

Un cuento de autor desconocido: “Verdadero significado de la paz”
     “Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
        La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde   se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
        La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero   con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacifico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, el miró tras la cascada una grieta en la Roca. En esta grieta se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...!!Paz perfecta!!
        El Rey explicó: "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón."

         Complementar con la lectura de "Educar en la reinvención de la solidaridad" de Luis Alfonso Aranguren http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol38/150/150_aranguren.pdf 




La paz requiere de la templanza

            Este cuento expresa es el verdadero sentido de la paz que, para ser tal, debe sustentarse en la templanza.  La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales: la del dominio de sí, a través de la fuerza de la voluntad; es la virtud de la armonía, de la proporción, del equilibrio, la sobriedad.  La persona templada disfruta sin caer en el asco, lo grotesco, la saturación, el fastidio, el aburrimiento; dirige sus anhelos para que sean justos y no destructivos; dirige sus poderes para servicio suyo, de los suyos y de todos, en justa conmutación (intercambio) y distribución; de tal modo no atentar física, psíquica ni moralmente contra los demás.   Es la virtud del dominio de los sentidos y poderes.

            El velar por sí mismo, cuidarse, tener justos anhelos, salud, descanso, entretención, comodidad, placeres, poder no es malo si no nos hace caer en egolatría, avaricia, ebriedad, lujuria o promiscuidad, gula, consumismo, trapería, despilfarro, crueldad, indecencia. Por ello, la templanza trae como consecuencia la paz del alma o paz interior, requisito para la paz de la convivencia en todos sus niveles.  Así, la templanza educa las energías o tendencias vitales, dirigiendo sus movimientos en forma, fuerza y contenido: continencia,  humildad,  mansedumbre,  clemencia.  La mansedumbre modera el resentimiento, la envidia, el afán de venganza, porque evita que la ira obnubile el entendimiento. La paz interior posibilita el verdadero encuentro; sin ella, a los más habrá remedos de paz.

            El hombre violento busca saciar sus ansias de euforia, exaltación y para ello necesita dominar, empequeñecer al otro-a, empobrecerlo en todo sentido; sobre todo en lo personal.  Es el ser que sólo se divierte en la disipación. Disiparse es relacionarse con seres que no habrá encuentro porque serán siempre externos y extraños a uno; jamás íntimos. El encuentro, en cambio, exige trato decoroso, de iguales en dignidad, en respeto. 

La paz exige el encuentro entre seres libres y diversos; que no se anulan sino potencian.



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