Sólo
cuando tomamos conciencia y vemos al otro como un ser personal, un ser humano
íntegro y no un mero cuerpo más entre miles, o alguien funcional (chofer,
profesor, cocinero, aseador, alumno, profesor, etc.) nuestra actitud también se
humaniza y se dispone a acoger no a”otro más” sino a otro que también es un
“yo” quien aparece entonces como un “tú”.
En el filme “El juego de las lágrimas” se expresa cómo el guardián del
rehén, no puede impedir la comunicación que se empieza a dar entre ambos: es
simple, aparece ya no el rehén sino la persona; ya no el raptor sino el ser
humano… Los días que deben ambos permanecer juntos, hace que lleguen a tal
punto de compenetración personal, a tales niveles de autenticidad, que no
pueden evitar que surja un vínculo de verdadera amistad: un “nosotros”. El raptor sabe que ya no podrá matar al amigo
que es su rehén; es más, un amigo no puede ser rehén; en el amor no hay
dominio, no hay posesión del otro. El
raptor termina exponiendo su vida para salvar al amigo; pues ya sabe que la
orden será matarlo. Los cómplices son sólo “los otros; ellos”. Y aquí tenemos ya dos enseñanzas importantes:
a) Quienes se conocen en niveles de profundidad, no pueden sino amarse y, quien
ama sólo desea el bien del amado-a; pues el amante es feliz en la medida que
hace feliz al amado-a: Yo estoy bien si tú estás bien. El amor es benevolente: desea el bien del
amado, y b) No confundamos amigo con cómplice; amistad con complicidad.
La
amistad es una forma de amor. El
verdadero amigo no dice a todo que sí; pues el verdadero amor no es ciego sino,
por el contrario, da sabiduría. Si el
amigo se da cuenta que tú decisión te hará daño, te aconseja; te da su visión,
sus razones para la negativa…. Aunque la primera reacción sea de enojo… el
amigo es leal y prefiere el momento de disgusto, de dolor. El cómplice es alguien que se asocia con
“otros” para llevar a cabo una acción en contra de “otros”; una acción
punitiva: robar, amedrentar, engañar, destruir, conseguir ilícitos,… etc. Entre los cómplices no hay una relación de
amistad, de amor sino de poder: juntos podemos asaltar; juntos podemos
satisfacer nuestras conveniencias. En la
complicidad hay una relación funcional, de utilidad; donde no me interesa el otro
sino lo que consigo a través de él; por ello la complicidad siempre es
violenta.
Es
importante educar la amistad; enseñar a hacer amigos. Hubo un tiempo que trabajé cursos optativos y
acciones valóricas que consistían en aplicar un programa para enseñar a ser
amigos-as y compañeros-as. Uno de los
errores más comunes que comete el profesor al inicio del año escolar es
dirigirse a su curso de 30 0 40 alumnos, en los siguientes términos: “Espero
que no se formen grupos y que sean todos amigos”. Mal comienzo; está diciendo algo que no es un
ideal sino una utopía; por lo cual no resulta creíble. (El ideal es muy difícil
de alcanzar pero dirige todas nuestras fuerzas y acciones hacia él; es criterio
de evaluación constante pues nos indica si con la decisión tomada, nos
acercamos o alejamos de él. La utopía,
en cambio, es inalcanzable; pero si lo fuera sería destructiva, pues no se
sustenta en la realidad). La amistad
requiere dedicación, compartir en ámbitos cotidianos, propios de la vida
privada. El amigo-a debe sentir que
cuenta contigo; que puede confiar en ti; que puedes comprenderlo porque lo
conoces (que no es lo mismo que estar de acuerdo en todo). Con el amigo debe haber simpatía a nivel de
sintonizar en aspectos importantes de la vida personal; en principios
fundamentales (que no es lo mismo que en ideas) que tienen que ver con lo
afectivo y moral: lealtad, afecto, generosidad… Obviamente que para ser amigos se requiere
de cierto grado de madurez; la necesaria para pedir perdón cuando se toma conciencia
que por cobardía se ha sido desleal con el amigo. Excelente film “El niño del pijama a rayas”:
esa escena donde el niño nazi no se atreve a decir que él dio la orden al niño
judío – su amigo- de comer los pastelillos.
Luego, el arrepentimiento y el querer cumplir con el principio de
indemnización (por supuesto que el niño no sabe que está aprendiendo lo que es
la amistad y la justicia; es el amor el que le enseña): el niño nazi se
compromete: ayudará al niño judío a buscar a su padre, enfrentando el miedo que
implica desobedecer las órdenes de sus propios padres; pero sabe que es un acto
de justa amistad y valentía. El amor
siempre es justo y valiente.
Lo
que el profesor debe indicar es: “Espero que todos ustedes aprendan a ser
auténticos compañeros y, ojalá se forme también más de alguna relación de
amistad”. La relación de amistad es una
forma de amar a un tú con quien se sintoniza aniveles de vida privada; el
compañerismo es una relación de amor pero sustentado en la virtud de la colaboración. Los compañeros forman una compañía que tiene
propósitos definidos: se juntan para una obra común; son colaboradores,
solidarizan en la obra. Los alumnos de
un curso son una compañía de estudio; en forma análoga a como lo son las
compañías de bomberos. No se logra el
compañerismo con paseos, fiestas o comidas.
Los paseos, fiestas y comidas se hacen cuando ya son compañeros; para
celebrar, precisamente, ese compañerismo.
Es el trabajo colaborativo, el interés común, el sentir que juntos logran
lo que en solitario habría sido imposible o más difícil, lo que une a los
compañeros; lo que los hace verse y ver a los otros como tú diversos pero, por
lo mismo, complementarios y no rivales.
Entender esto cobra vital importancia cuando la violencia escolar asola nuestras aulas y con cada vez más graves consecuencias.
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