viernes, 27 de septiembre de 2013

1.1 La Violencia Y La Paz: La Mirada Del Cine


            “La construcción de una cultura de la paz es un proceso lento que supone un cambio de mentalidad individual y colectiva. En este cambio,  la educación tiene un papel importante en tanto que incide desde las aulas, en la construcción de los valores de los que serán futuros ciudadanos..."  José Palos Rodríguez

José Palos tiene razón, en cuanto la misión de los profesionales de la educación -los pedagogos- tienen legítima y legalmente, el derecho y deber de educar ... La pregunta es si realmente hay claridad con respecto a qué es educar y si, consecuentemente prevalece como base y finalidad una pedagogía educativa, donde el conocimiento se enjuicia valóricamente, de tal forma la instrucción se pone al servicio del bien actuar y bien ser...  Un simple ejemplo: Bombas atómicas y bacteriológicas son pueba de una instrucción al servicio de la violencia..



José Palos, refiriéndose a lo mismo, añade: "Los cambios evolutivos, aunque lentos, son los que tienen un carácter más irreversible y en este sentido la escuela ayuda con la construcción de nuevas formas de pensar. Pero la educación formal no es suficiente para que estos cambios se den en profundidad. La sociedad, desde los diferentes ámbitos implicados y desde su capacidad educadora, también debe incidir y apoyar los proyectos y programas educativos formales” y, agreguemos, de inmediato: Programas de Educación no formales.  (José Palos Rodríguez. Educación y cultura de la paz. OEI. Programas. Educación en Valores. http://www.oei.es/valores2/palos1.htm)

Sólo una valoración distinta de nosotros, de los y lo demás; sólo una forma correcta de valorar, esto es, respetuosa de la realidad verdadera y de sus sentidos en el contexto del universo y de los mundos que vamos co-construyendo y conviviendo, permitirá sanar nuestra "sociedad".... 

            He querido empezar este curso con las palabras del académico de la Universidad de Barcelona José Palos Rodríguez, por dos motivos.  Primero, porque avalan que nuestras temáticas –la violencia y la paz- es imprescindible que sean parte de la formación de nuestros educadores y, entre ellos, principalmente de los profesores pues son ellos quienes, legalmente, han sido acreditados ante el país como profesionales de la educación. Al mismo tiempo deseo enfatizar que no sólo los profesores educan; recordemos que –como primer deber y derecho, es la familia la responsable directa de la educación de los hijos.  También, tienen un deber educativo los líderes espirituales y sociales;  desde los diversos ámbitos en que se desenvuelven, a través de los diversos medios de que disponen y con los alcances y límites que corresponde a sus servicios.   El segundo motivo que me lleva a elegir este párrafo es la frase “Pero la educación formal no es suficiente para que estos cambios se den en profundidad”  La pregunta surge de inmediato ¿Por qué la educación formal no es suficiente?  Hay unas primeras respuestas muy repetidas en ámbitos pedagógicos: “No sacamos nada con educar en la escuela, si en la casa se hace todo lo contrario”, “La familia es la responsable de formar en valores”, “En la calle aprenden todo lo contrario”, “Internet y los videojuegos incrementan la violencia”, “Educar en valores es hacer el loco”… Bueno, por ello se requiere que los profesionales de la educación asuman un papel de liderazgo; pues líderes es lo que se requiere cuando los caminos están ocultos o cuando hay que construirlos porque no los hay.  Si las familias hoy estuvieran bien constituidas y se dieran en ellas espacios para entregar valores vívidos, si los barrios con sus plazas y calles fueran lugares de sano encuentro, si los líderes espirituales fueran auténticos hombres de la paz, si los medios de comunicación masiva, las redes sociales y videojuegos  transmitieran valores… si todo fuera así, el paraíso en la tierra, entonces,  no sería necesario tener como carrera profesional la de educador.  Por lo mismo, hoy con mayor razón se requiere formar educadores de profesión.  Profesionales que, en el sentido activo de esta palabra –profesar- sepan enseñar a profesarse, esto es, a presentarse ante los demás, a darse para los demás, como personas que anhelan los valores de la honestidad: justicia, templanza, prudencia, fortaleza y, consecuentemente, respeto, justa tolerancia y convivencia en paz.

            ¿Por qué la educación formal tampoco es suficiente? Porque a veces se confunde educación con instrucción y la enseñanza- aprendizaje se reduce a una relación  instructor-instruido; relación que se caracteriza por un ser que domina datos, fórmulas, estrategias para – a nivel de ideas, ideologías, doctrinas o condicionamiento físico- transmitrlas a “otro” quien debe recepcionarlas sin más, para luego demostrar que las aprendió tal cual.   Digo “otro” porque en esta relación desaparece el semejante, el tú personal que temores y anhelos, afectos, interrogantes, ideas, vínculos, intereses, creencias, capacidades y discapacidades…  Muy distinta es la relación educador- educando, pues se parte de la convicción de que se educa a un ser de suyo libre que debe aprender a realizar esa libertad de ser que le llevará no sólo a una auténtica realización personal sino que, precisamente descubrirá, que nos realizamos y somos felices realizando y haciendo felices a quienes amamos.  La educación es autoeducación, es realización del ser que somos, es construcción de mundos personales que trascienden en el encuentro interpersonal y transpersonal.  

            Y aquí aparece el cine como un mundo que se ofrece para el encuentro, para vivenciar  -con su magia de imagen, planos, sonidos, guion y actuación- las intimidades de otras personas diversas a nosotros; para conocer sus procesos interiores –cómo sus angustias, debilidades y temores se van transformando para hacerlas fuertes, seguras de sí mismas, recuperadoras de su dignidad.  Por otra parte, el cine es testigo de nuestro tiempo, muestra lo mejor y lo peor de nosotros, desoculta lo encubierto tras la maraña de interrelaciones propias de nuestro mundo globalizado, en el cual se juegan los más diversos poderes. Una buena película es propicia para el diálogo, para la discusión, para llevarte a tu propio mundo interior y hacerte tomar conciencia de aquello que no te habías percatado.  El cine puede ser inspirador; sus personajes y las situaciones pueden ser grandes colaboradores del educador. 

            Para María Ángeles Almacellas  el cine  aparece como un recurso pedagógico que permite al niño, adolescente, joven o adulto,  descubrir y vivenciar las realidades propias y de su entorno: “Para ello, el cine de calidad –como la buena literatura- es un recurso pedagógico excelente porque permite realizar la experiencia profunda de una situación de vida y analizarla sobre la base de los descubrimientos que el joven haya llevado a cabo.” (Educar con el cine. 22 películas” Ed.  Internacionales Universitarias. Madrid 2004, pág29) Luego agrega: “Bajo la sucesión de hechos que constituyen el argumento de una película, una mirada penetrante descubre una experiencia de vida con su lógica interna, es decir, el tema (…) Visto de este modo, el cine no queda limitado a la narración de historias ajenas a nosotros, sino que nos descubre formas de orientar la existencia.  Descubrir la lógica interna de los procesos humanos permite al joven comprender el carácter y las consecuencias de ciertas actitudes  y, con ello, recibe una seria advertencia sobre su propia vida” (Ibíd. Pág. 29-30).

            Educar a través del cine para entender la violencia y cultivar la paz,  implica  formar espectadores reflexivos, críticos, sensibles afectiva, social, moral y estéticamente.  De este modo, aprenderán a ser críticos ante toda imagen audiovisual, salvaguardándose de ser fácil presa de aquello medios que buscan alienarlos con su sensacionalismo, empobrecimiento cultural, reduccionismo del ser personal a cosa o animal. Me refiero a los programas que promueven por sobre todo los cuerpos artificiales, al costo de operaciones y siliconas, drogas, alcohol, toda suerte de desenfrenos aniquiladores, violencia, vestuario de marcas, relaciones superficiales, esnobismo, en fin, degradación de todo lo humano.  La tecnología puesta al servicio de la imagen y de la conectividad sin un sentido superior al que sirvan, hacen del espectador no sólo un ser dominado por estos medios, sino que le llevan a perder la verdadera capacidad de comunicación y entendimiento. Es la imagen, sonido y movimiento como droga que le hace dependiente y envilece; de tal modo surta efecto rápido la propaganda: “Tenemos la mirada absolutamente colonizada.  Cada vez vemos más cosas pero miramos menos” dicen Alba Ambrós y Ramón Breu   (“Cine y Educación.  El cine en el aula de primaria y secundaria”.  Ed. Grao, Barcelona 2007, pág 31). 

            Formar espectadores de cine significa:

  •     Entender y apreciar el lenguaje cinematográfico:  Esto requiere  interpretar actuación, enfoques y movimientos de cámara, colores, sonidos y silencios (tonalidad y fuerza de los parlamentos, música, sonidos de pasos, del viento, de un reloj, de los latidos del corazón o de una respiración entrecortada…); interpretar el guion, la lejanía o cercanía de los cuerpos, las miradas, el juego de los tiempos, las metáforas…
  •       Ver la totalidad de la obra y su original (no su doblaje)
  •       Guardar silencio durante la proyección.
  •      Informarse previa y posteriormente sobre la obra; especialmente sobre su director y lo que llevó a su creación. 
  •      La Escuela, liceo, Universidad o Institución, donde se exhibirá y educará a través del cine, deberá:
  •        a) Entender el valor de estas sesiones, eventos y cursos. 
  •        b) Equipar las Aulas con los equipos correspondientes, de tal modo no atentar contra la calidad de la obra cinematográfica. 
  •       c)  Resguardar la sala de proyecciones de sonidos externos. 
  •    d) Resguardar  la posibilidad de oscurecimiento total de la sala, de tal modo pueda darse la comunicación vivencial filme-espectador, sin interferencias. 
  •      e) Tener el acondicionamiento necesario para que el espectador pueda ver la pantalla completa, sin estar moviendo la cabeza para esquivar a quienes están delante y tener el aire acondicionado necesario para no estar faltos de aire ni estar entumeciéndose de frío; sensaciones que interfieren pues desvían la atención de su objetivo, gastan energías e impiden mantener la sensibilidad  estética y ética necesarias para aprehender vivencialmente los valores de la película.



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