viernes, 27 de septiembre de 2013

1.2 Conceptualización y análisis de la violencia


            Etimológicamente, la palabra violencia deriva del latín vis que significa fuerza, potencia, poder.  Ahora bien, esta fuerza o poder puede ser usada en sentido positivo, legítimo, constructivo, esto es, en beneficio del ser humano y de la naturaleza. Ser fuerte, tener poder, no es malo, por el contrario, nada corrompe más que la debilidad.   Todas nuestras potencialidades (fuerzas, capacidades o facultades) están allí, como dones que requieren ser activados y fortalecidos.  De hecho, una de las cuatro virtudes llamadas cardinales, pues son indispensables para orientarnos por el camino de la honestidad, es la fortaleza.  ¿Por qué, entonces, la violencia procede de la misma raíz que la palabra fortaleza, poder, vigor?  Porque el poder que poseemos, en cuanto personas libres, se constituye en un problema moral: lo podemos utilizar constructivamente, esto es, para hacer el bien, o, para destruir, dañar… Hay que tener fuerzas para salir adelante y más aún para sacar adelante a otros; hay que tener fuerzas para formar una familia y hacerse responsable de ella y del hogar; hay que tener fuerzas para crear fuentes de trabajo y de sano esparcimiento, para atender al enfermo y para educar, para conformar una cultura de paz y hacerlo en medio de la violencia y del caos.  Pero también es claro, que el poder se puede utilizar para causar en proporción a él los más grandes daños. Hay una fuerza, por lo tanto, positiva, a la cual llamaremos fortaleza o valentía y otra –negativa- a la que nominaremos violencia. Así, entenderemos por  violencia  toda acción que atente contra la naturaleza de un ser; ya sea por omisión o por comisión de una acción.

Violencia por comisión es aquella que implica acciones directamente atentatorias contra la naturaleza de un ser; ya de índole físico, como psicológico, social o moral. Ejemplo: golpes, amenazas, descalificativos, crimen organizado, homicidio, violación, suicidio,  calumnia, etc.

Violencia por omisión es aquella que se comete cuando no hacemos lo que se debe hacer, con lo cual también se atenta contra la naturaleza de un ser; también es conocida como violencia por negligencia. Ejemplo de ello son los padres que no cuidan de sus hijos, no les prestan la atención que necesitan, no se preocupan de su mantención o no les manifiestan el afecto que todo hijo-a requiere. De alguna forma, estas personas actúan motivadas por la indiferencia, insensibilidad, irresponsabilidad, egoísmo u otros.

  La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la violencia como “El uso intencional de fuerza física o poder, hecho o amenaza, contra uno mismo, otra persona, o contra un grupo o comunidad, que resulte o tenga una alta probabilidad de resultar en lesión, muerte, daño psicológico, subdesarrollo o privación.”.  Definición que por mi parte considero incompleta, pues no considera la violencia por omisión, ni la violencia contra otros seres: contra los animales o naturaleza en general.



Análisis De La Violencia

            En un acto o situación de violencia debemos distinguir diversos aspectos involucrados en ella:

a.   Lo que motiva la violencia: Hay una diversidad de elementos, acciones o situaciones que pueden activar, provocar o exaltar la violencia: celos justificados o injustificados, envidias, castigos, abandono, ciertos comportamientos que nos desagradan u obstaculizan nuestro camino o propósitos, caracteres personales o sociales como raza, ideología política, credo religioso, nacionalidad, profesión, modales, rasgos físicos, sexualidad, fármacos, drogas… Los motivos pueden ser muchos y variados.  Siempre habrá algo que accionará la agresividad del violento.  Y esto es importante de recordar: si tú no eres violento, nada te violentará.  Te podrás enojar, pero no surgirá en ti el deseo de destruir. Por ello, aquí no hacemos referencia a la causa de la violencia (explicada la complejidad de dictaminarla) sino que nos referimos a los motivos, condiciones que pueden activarla o exaltarla.

b.   Formas de vivenciar la violencia: La ira tiene una trayectoria psicofisiológica que es importante conocerla para aprender a dominarla, controlarla.  Al respecto es importante el aporte que realiza Narciso Irala en su libro “Control emocional y cerebral”[i]  Es importante que cada persona descubra cómo se inicia la trayectoria de su ira que, según Irala, se inicia en forma espontánea, precisamente ante la aparición de lo que motiva su violencia.  Esta aparición puede ser presente o a través de un recuerdo, de la imaginación y  aquí entran en juego tres conceptos: Yo, el-ella o ellos y ello:   Con respecto al Yo, lo más probable que la ira se inicie con el pensamiento “No me merezco esto; deben respetarme, obedecerme…” “El, ella o ellos me tienen mala voluntad. ¿Qué se creen? Son un montón de imbéciles, no saben valorarme.  La pagarán…” Con respecto al ello, es decir al acontecimiento, por ejemplo, el no desear realizar una acción  o el saludar a alguien, en esta etapa inicial el violento sentirá “Esto es injusto, intolerable… Aquí Irala dice:  “Este concepto, máxime si es muy fuerte, sensible y prolongado, estimula al hipotálamo, sala de máquinas de la emoción y de allí automáticamente se pone en actividad el sistema nervioso autónomo, quien pone en rápida conmoción y tensión al corazón, estómago, pulmones, músculos vísceras, etc. Al mismo tiempo nos invade el sentimiento de disgusto y antipatía.” (http://www.psico-system.com/2012/09/control-cerebral-y-emocional.html, pág.170) 

c.   Formas de manifestar la violencia o conducta violenta: patadas, lenguaje ofensivo, abuso sexual, acoso laboral, agravio,  mutismo, abandono, suicidio, asesinato… etc.


d.   Formas de relacionarse con quién o lo que provoca la violencia:
§  Directa: cuando la violencia se dirige abiertamente al objeto o persona odiada        o considerada obstáculo que hay que destruir. Ej.  Golpeo, difamo, me burlo o abandono a quien odio o veo como obstáculo.
§  Indirecta: cuando el violento no golpea o difama a quien odia sino al más débil, destruyendo aquello que sabe le ocasionará dolor o problemas.  Ej. Es consabido que asociaciones terroristas o de narcotráfico, matan al hijo de quien odian u obstaculiza sus planes; pues saben que con ello causarán más daño a quienes quieren destruir. 
§  Enmascarada: el violento hace uso de estrategias de manipulación del lenguaje o psicológicas; para no ser visto como violento sino como víctima y persona de bien.

e.   Actores de la violencia: Lo primero que debemos decir es que la violencia se da sólo en ámbitos humanos. La violencia es exclusiva del ser humano; pues sólo el hombre actúa con la finalidad de destruir.  El animal puede agredir pero ello lo hace en forma instintiva, pulsional, es decir, por naturaleza, por subsistencia de la especie e instinto de conservación o porque el hombre lo condiciona y obliga a ello.  El animal sólo mata para coger su presa alimenticia, cuidar sus espacios, ganarse la hembra o macho para prolongar la especie, proteger su “clan”: no hay odio en el animal sino instinto biológico, natural, espontáneo.   Por lo mismo, su actuar no es moral ni inmoral sino a-moral: no tiene nada que ver con la moral; no posee conciencia moral.  Así, no podemos hablar de un perro violador o asesino; pues no actúa ni moral ni inmoralmente; ni consciente, ni inconscientemente. 

       El actor de la violencia tras los colectivos: ¿Puede el actor de la violencia ser una organización o un colectivo?  Siempre el actor de la violencia es cada persona, independientemente de los grados de responsabilidad que pueda tener; de tal forma, alguien podría ser declarado no culpable del acto cometido, dependiendo de su participación voluntaria o no y de su intencionalidad y acciones.  En una guerra, por ejemplo, no todos los generales y soldados son declarados culpables de la violencia que en ella se ejerce; pues es criminal de guerra quien viola las protecciones establecidas por las leyes del Derecho Internacional Humanitario, el Derecho Internacional  y la convención de Ginebra.  Así, en un conflicto armado, se considera violencia el mal trato que se da a los prisioneros y a los heridos; pues en todos esos casos, se acepta que puede ser justo desarmar al enemigo pero nunca exterminarlo.  Terrorismo, genocidio, guerrillas, sectas suicidas, narcotráfico, redes pedofilia, redes de corrupción, entre otros, son grupos que se organizan con fines y métodos violentistas; siendo responsables, por lo tanto, de la violencia ejercida. El problema, en estos casos de actos masivos de violencia, es doble: Por un lado, determinar la responsabilidad de la violencia, esto es, sus actores y grados de responsabilidad y, vinculado con lo mismo, determinar la violencia misma; pues lo normal es que traten de justificarla y mostrarse como víctimas.  El mismo hecho de que sean grupos organizados, incluso internacionales, hace que las órdenes de actuar vayan pasando de un dirigente o líder superior a uno inferior, lo que da la impresión de que nadie es responsable directo de la violencia.   El film “El último hombre” grafica muy bien esta situación, cuando dos soldados se ven enfrentados a muerte, en el campo de batalla.  Son los únicos que quedan: se odian, desconfía uno del otro y no saben por qué pelean y se deben matar. 

Narciso Irala, realiza un interesante aporte, analizando el proceso de la violencia, los factores que inciden  y los tiempos y formas en que es posible su control.


Actitudes Negativas Ante La Violencia

a.   Confundir agresor con agredido: No confundamos a agresores con agredidos; pues su confusión provoca la violencia más grave: la de no discernir, la de confundir lo correcto con lo incorrecto, la de dejar en indefensión absoluta a los hombres de paz.  A raíz de la sentencia a muerte de Sócrates, decretada por una mayoría de 20 votos, pues no aceptó se le perdonara la vida a cambio de dejar de enseñar a pensar, Antístenes, habiendo sido su adversario y acompañándolo en el momento de tomar la cicuta (la condena se efectuaba por envenenamiento), expresó: “Las ciudades perecen cuando no saben distinguir los buenos de los malos».

No hay que confundir al actor de violencia con el defensor de la violencia. Quien se da cuenta que va a ser violado-a, asaltado-a debe defenderse y la única forma de hacerlo, dado que el o los violentos harán uso de la fuerza, es también usando su propia fuerza (Por ello hay que distinguir entre la fuerza o poder legítimos de lo ilegítimo).  En este caso, la víctima actúa en defensa propia: No se trata en ella de un acto de violencia sino de defensa. A  veces, la posible víctima de violencia es alguien que está a nuestro cuidado o protección; pues no tiene la fuerza o poder necesarios para defenderse: son niños, son ciudadanos indefensos ante un ataque planificado, son inmueble, son animales, son nuestros hijos o alumnos, etc.  Tampoco es violento el profesor, padre o profesionales de la defensa que actúan para proteger lo indefenso.  En este caso, la víctima actúa en defensa propia y de los que debe servir pues están bajo su protección.   Es importante, en este caso, aplicar bien el principio moral de tolerancia y, digo bien, porque debe ser entendido palabra por palabra:

 "Principio de tolerancia: “Desgraciadamente, dado que existe el mal natural y moral,   cuando no existe ninguna otra alternativa de evitar un mal mayor, es obligación actuar   conforme el mal menor”.

          Imaginemos un caso en el cual aplicar este principio.  Es más voy a colocar uno que sucedió hace varios años a un universitario.  Este joven –pongámosle “Javier”- estudiante de tercer año de una pedagogía del área humanista,  era además karateca.  Una noche, a eso de las 23 horas, de vuelta a casa en el auto de la familia, junto a su hermana menor de 15 años  y a sus padres, al detenerse en una luz roja un grupo de tres delincuentes los intentaron asaltar, haciendo uso de armas blancas y pistola.  Rompieron el vidrio del auto, sacaron a la fuerza a su hermana y amenazaron con violarla… Javier, reaccionó rápidamente e hizo uso de su arma: las técnicas de kárate que dominaba.  Producto de esto, uno de los asaltantes cayó al piso, se pegó en la nuca y murió; los otros asaltantes huyeron.   Javier y toda su familia se salvó; pero nadie festejó lo sucedido.  Javier se sintió muy mal pues jamás planificó la muerte de nadie; nunca tuvo la intención de matar.  Su única intención fue actuar en defensa de los suyos: Fue una desgracia.  Javier no es violento, fue víctima de la violencia (existe el mal moral);  él tenía el poder o la fuerza para  defender a los suyos… Así, no hizo más que cumplir con un deber u obligación moral que tuvo consecuencias no intencionales por parte de él. Javier es inocente. Actuó para evitar un mal mayor: el daño que podían hacer a su hermana y padres, quienes de hecho fueron dañados con este acontecimiento. No había otra alternativa de evitar un mal mayor.  La muerte ocurrida no fue provocada por Javier, sino por el propio asaltante; pues es una de las consecuencias posibles de dedicarse a la violencia.  Los asaltantes actuaron intencionalmente, planificaron su acción violenta; Javier no tenía más alternativas.                     

b.   Evadir la violencia: Tanta violencia termina por fatigarte… Te propones, entonces, evadirla, no verla… Es cuestión de cambiar el Programa, enrejar la casa, no salir, no decir lo que piensas… mejor no pensar, no vaya a ser que los furiosos además se enfurezcan contigo porque no eres parte de su ira.  Trata de ser invisible o di sí a todo o a lo que convenga y… lo más importante, no pienses porque descubrirías que te contradices.  En muchas ocasiones, en algunas instituciones educacionales no quieren ver la violencia existente, por una cuestión de mal entendido prestigio.  Pero sólo viendo los problemas, será posible asumirlos y enfrentarlos.  Igual ocurre en la violencia en la pareja que trata de justificar la violencia, ocultándola  ante sí (autoengaño) y ante los demás.

       «Síndrome de negación» se llama a los procesos que se dan en quienes se niegan a aceptar datos o aspectos de la realidad que, si los aceptaran, estiman que podrían producir una amenaza o riesgo para su estabilidad psíquica. El problema es que esto lleva a una grave deformación en la percepción de la realidad. 

       El psicólogo y académico de la Universidad de Alcalá, Iñaki Piñuel, basándose en unos de los mayores estudios sobre la violencia escolar, realizado en España, sobre 25.000 escolares, en una entrevista dada al Magazine Kindsein expone[ii]: “Ante los fenómenos violentos se practica el Síndrome de Negación Institucional. Se intenta mirar a otro lado ante una realidad que alcanza a 1 de cada 4 escolares. Se distorsiona la comunicación, se dice que son conflictos y no violencia, que son conductas disruptivas, que no hay que tomárselo tan en serio, etc... Se hacen cosas a un nivel formal como constituir observatorios, o cursos o jornadas con grandes titulares. Pero nadie apuesta en serio por la prevención y la evaluación en serio de este problema”.  Líneas más adelante específica: “En 2004, se desarrolló en España un estudio con 13.500 niños por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero los resultados fueron ocultados a la opinión pública. Finalmente en 2005 creamos una herramienta psicométrica, el AVE (TEA ediciones 2006), y nuestro equipo evaluó a 4.600 niños de la CAM y en 2006 a 25.000 niños de toda España (en 14 comunidades autónomas).”

       Más adelante, Piñuel insiste en este Síndrome Institucional que sufren los centros educacionales: “En definitiva, se niega lo que está ocurriendo y se procura que no se hable de ello. En torno a la violencia escolar rige una ley de silencio que tiende a camuflar o distorsionar este problema mediante eufemismos o mediante la confusión terminológica a veces deliberada e interesada. De este modo para no hablar de violencia y acoso escolar se viene a hablar de la convivencia en los centros, de clima escolar, de conflictos entre escolares, o de comportamientos disruptivos en el aula.
La reticencia a hablar de la violencia y del acoso escolar como un auténtico tabú social en el mundo de la educación impide reconocer y atajar a tiempo este problema, convirtiendo a los niños en las principales víctimas de esta falta de cuidado intelectual y científico.”

       Es interesante la respuesta que I. Piñuel da al periodista ante la pregunta “¿Están los profesores preparados para hacerle frente (a la violencia)?” “Por supuesto. No es necesario dotar de habilidad o destrezas o cursos al profesorado. Lo que hace falta es restituir una autoridad que se les ha ido retirando con las sucesivas reformas legislativas en la educación hasta hacer de ellos colegas, a un mismo nivel.”
      
       Impactan las estadísticas que arroja este estudio llamado Cisneros X (año 2006) y la de otros realizados a menores en estados Unidos.  El mismo Piñuel responde: ¿Cómo se realizó el Cisneros X? ¿Se han incluido todos los cursos?
Prof. PIÑUEL: Aplicamos cuestionarios baremados y fiables a una muestra de niños compuesta por aulas completas entre las edades y cursos de 2º de Primaria hasta 1º de Bachillerato. Los cuestionarios fueron aplicados en horarios de tutorías en presencia de sus tutores. Los niños menores de 2º de Primaria suelen tener dificultad lecto escritora para aplicar determinadas pruebas. Por eso en Cisneros X no se ha evaluado por debajo de 2º de Primaria. Sin embargo, tenemos evidencia de que el problema es real por debajo de esas edades. Un estudio de la Universidad de Stanford de abril de 2007 ha establecido que el 90% de los niños por debajo de esas edades son víctimas de bullying.”


c.   Síndrome de Estocolmo: El Síndrome de Estocolmo tiende a confundirse con el de negación de  la realidad; pues de algún modo es una forma de negarla pero tiene  especificaciones que le hacen diferente al caso anterior.
        
El síndrome fue nombrado por primera vez por Nils Bejerot, profesor de medicina, quien se desempeñó como consultor psiquiátrico de la policía sueca durante el enfrentamiento en el banco. Este síndrome es también conocido como Síndrome de Supervivencia de Identificación.  A partir de este suceso y de su estudio, se aplicó esta nominación a otros casos de violencia donde las situaciones son análogas a las descritas en este caso de “captores” y “rehenes”. Así, por ejemplo, en las de abuso intrafamiliar, en la pareja.  Ahora bien, son tres los factores que se deben dar para catalogar como tal a quienes adoptan esta actitud ante la violencia:
La situación de violencia debe tener una constante de a lo menos tres o más días.
La víctima debe permanecer en contacto con el victimario.
Los victimarios muestran momentos de afectividad para con la víctima.
Lo propio de la víctima que sufre este síndrome es que desarrolla una relación de complicidad con el agresor; llegando a negar la violencia que estos ejercen, de tal modo ayudarles a evadir posibles problemas legales.

       De acuerdo con el psicólogo Nils Bejerot, el Síndrome de Estocolmo es más común en personas que antes han sido víctimas de algún tipo de abuso: rehenes, miembros de secta, abuso psicológico siendo niños, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros campos de concentración, víctimas de incesto, violencia doméstica. 

d.   Enfrentar violentamente la violencia: Te ponen furioso los violentos, hay que derrotarlos y ser más furiosos aún: destruirlos. Así, tu furia redobla lo que repudiabas y, más aún, como repudias la violencia no quieres aparecer como tal; hay que buscar un motivo que te justifique, pero el motivo es un pretexto que rápidamente pasa a un segundo plano, pues lo que resalta ahora es “el juego de la violencia”.  Caíste en una trampa, auto- trampa, la violencia se puede transformar en un hábito, en un vicio: la irascibilidad, la venganza.

e.   Intentar el diálogo con quien emplea la violencia elocuente: Alguien ingenuo; por su corta edad, por su inexperiencia o porque no ha dispuesto de tiempo ni herramientas para entender la violencia, tal vez con buenas intenciones, dice “no sigamos con esta violencia que daña a todos: dialoguemos”.  Y, efectivamente, cuando todos tienen claro que la violencia es un estado anómalo y que la paz es lo anhelado, que la idea no es competir sino buscar espacios y complementarse o colaborar, cuando nadie quiere destruir al otro porque es diverso si no sólo quiere delinear espacios para no entrometerse; cuando todos los que estaban discutiendo o quieren dar paso a la reflexión, apelar a lo razonable y buscar la paz, entonces, amigos, esposos, litigantes, etc., estarán en condiciones de sentarse tranquilos y dialogar; sólo entonces serán todos confiables para dialogar porque ninguno quiere destruir al otro; requisito imprescindible de todo aquel que quiera ser dialogante.

f.    Elocuencia violenta: Hoy es muy difícil el diálogo, pues el violento por ser tal está imposibilitado de dialogar; primero, debe recuperar el espíritu de paz, de respeto por el otro, de amor.  Hoy, la palabra y las razones también son agresivas. Nicol dice al respecto “Hay un intermediario instituido socialmente: las malas razones, o sea las agresivas, forman una disposición normal.  Iniciar el diálogo es emprender hostilidades. (…) La violencia se hizo elocuente; mejor es decir que la elocuencia se hizo normalmente violenta.  No es que antes la violencia fuera muda.  Lo que resalta como novedad es una forma específica de la comunicación oral: una violencia de la palabra que pudiera definirse por su precocidad.   Es precoz porque no acompaña a la violencia física, ni siquiera la anuncia, sino que se interpone entre ésta y las formas razonables, formando una continuidad en la que desaparece todo límite entre lo permitido y lo no permitido” (Ibíd. Pág. 54)  Nicol se está refiriendo a la palabra usada en forma astuta, de tal modo, se interponga a cualquier forma razonable; se  trata de una violencia astuta, subrepticia (escondida) ya que quien la ejecuta no quiere ser tildado de violento; pero la realidad es que ninguna intención de dialogar sino sólo espera derrotar – en forma encubierta- a quien ve como irreconciliable enemigo; haciendo un juego manipulador del lenguaje “se aplica al prójimo antes de haberlo conocido de veras, como forma preliminar o de recibimiento, y aún antes de haberlo madurado lo suficiente para poder comprenderlo, y comprenderse a sí mismo.  (…) Lo convenido en el nuevo régimen es la común impunidad: sin ella no hay verdadero juego, ni lucimiento.  La violencia fría de los contendientes es tanto más efectiva cuanto más se retiene; no por freno moral, sino por arte: cuanto más se mantiene externamente cortés” (Ibíd. Pág. 55)  Aquí, se ganará por capacidad de hostigamiento y será derrotado quien primero ceda por debilitamiento.  Es común escuchar “diálogos” como “Ya, me cansaste: haz lo que quieras; si lo que querías era que te dijera sí o te diera dinero, ahí tienes; pero me lavo las manos”

g.   Afirmas tu personalidad, antes de formarte: El problema se agrava pues quienes con más facilidad asumen estos modelos de violencia son los niños y adolescentes; los primeros, porque aprenden por imitación; los segundos, porque lo propio de esa etapa de inseguridad e inestabilidad es la necesidad de ocultarla tras la seguridad del grupo y la actitud protestataria. Todo ello, agravado por la ausencia de una familia que no dispone del tiempo necesario para dedicarse a la formación de los hijos, dejándolos en manos de la televisión, Internet, la calle o “lo que la mayoría dice o hace”; sin tener tampoco ideas claras sobre cómo enfocar situaciones muy complejas que les hace sentirse superados.  Es más, en muchos casos los niños nacen en hogares donde las mismas personas que dicen amarse, se maltratan.  Todas ello, da crédito a la frase de Nicol: “La personalidad empieza a afirmarse antes de formarse, o se forma negativamente, con las primeras sutilezas del hostigamiento” (E. Nicol, op. cit., p. 54).             

Interesante artículo que les permitirá profundizar sobre la psicología. de las víctimas.  Ver en Dsicovery trata sobre victimología

[ii]    Entrevista realizada a Iñaki Peñuel en  Magazine Kindsein, Nº 23 de Septiembre 2007            http://www.kindsein.com/es/23/2/543/




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